Por fortuna,
mi mediocre vida ha dejado de serlo, pero por otro motivo. Hace ya más de dos
años que no veo la televisión tal y como está concebida; de hecho, no tengo en
casa el aparato de televisión tradicional. Me informo a través de los medios
digitales y selecciono en internet aquellos programas que me gustan. Mi
objetivo con esto, entre otras cosas, es evitar los insufribles y dañinos
anuncios televisivos. Cuando aparecen en la pantalla del ordenador, hago magia
con un click y consigo que desaparezcan de forma inmediata. Bueno, la verdad es
que algunos se resisten más que otros, pero quien la sigue, la consigue. Después
de meses y meses viviendo sin anuncios, os puedo asegurar que hasta he ganado
en salud. Sí, sí, he ganado en salud y también ha mejorado mi economía familiar:
tan solo compro aquello que necesito realmente.
Cuando os
digo que mi salud ha mejorado, os hablo muy en serio. Formo parte de un
experimento que ya muchos practican, el de vivir al margen de esa "tela de
araña" que es la publicidad televisiva. La prueba que realizo diariamente consiste
en dar la espalda a un formato en el que la frase "Volvemos en treinta segundos" es tan frecuente que
consigue aguarnos esa serie o ese debate tan interesante que estábamos viendo. Aunque
al principio no era del todo consciente, lo cierto es que he comprobado cambios
muy importantes en mí desde que dejé de ver la televisión como el común de los
mortales (dos años y ocho meses para ser más exactos). Ahora, sin esa negativa influencia, valoro mucho
más todo lo que tengo, todo lo que soy. Me gusta más mi aspecto físico, como de
forma más saludable, hablo más con mis padres, con mi pareja; leo muchos más
libros y, en definitiva, me siento mucho más feliz.
Precisamente
estos beneficios van totalmente en contra de una de las metas principales de
los anuncios: la de hacernos creer que estamos "incompletos" porque
"necesitamos" algo, lo que sea. Utilizan sus absurdas campañas publicitarias
(cada vez lo son más y más) para convencer al televidente de que hacerse con su
producto de moda es una cuestión clave para lograr la felicidad, su irreal felicidad,
porque si la analizamos detenidamente nadie se la cree. Manipulan nuestras
mentes, utilizando como estrategia para lograrlo los deseos más básicos del ser
humano: "sexo, dinero y poder", o estatus. Llamémoslo como más nos
guste y prestemos atención, concentrémonos.
Los protagonistas de su anuncio son muy felices comiendo esa determinada marca
de cereales y por ello, además, tienen una familia ideal, perfecta y "unida"
en torno a la mesa del desayuno. Si tú, señor televidente, no te haces con esa
marca en concreto, jamás podrás tener una familia ideal, perfecta y unida. Como
bien resume una cita del cantante Alain Souchon: "Nos infligen deseos que nos
afligen".

"Gastamos dinero que no tenemos, en cosas que no necesitamos, para impresionar a gente a la que no importamos".
Pero no queda ahí la cosa. Si a partir de ahora os detenéis a analizar los mensajes de esos anuncios que nos bombardean, podréis descubrir algo que tal vez antes había pasado desapercibido para vosotros. Nos tratan como tontos, y su fin es que actuemos como tales, como mentes fáciles de convencer y dominar. O mentes básicas a las que mentir de forma descarada, incluso con realidades que conocemos de primera mano. Es lo que pasa, por ejemplo, con los anuncios de tampones y compresas. Las mujeres jamás entenderemos por qué aún nos siguen hablando como a niñas, con anuncios demasiado cursis en los que todo es maravilloso. Pero, como os digo, no es un caso aislado, es la tónica habitual en la mayoría de los spots publicitarios, que por cierto, han perdido mucha creatividad. Entre otras causas, porque muchos de sus "creativos" (así se llaman los profesionales que le dan a su coco artístico en este sector) también han decido "desertar" y huir lejos, muy lejos de esa guerra de la manipulación.
En
definitiva, pongámonos deberes para mentes inteligentes, que es lo que somos, y
consumamos solo aquello que de verdad necesitamos. No permitamos que la mega industria
publicitaria nos infecte y se haga con la llave de nuestros estados de ánimo y,
en consecuencia, con nuestro derecho a ser felices. Pongamos remedio. Debemos lograr que nuestra felicidad sea
cosa exclusivamente nuestra y de nuestras circunstancias, no de lo que aparece
en ese caduco anuncio que trata de "seducirnos" a través de la caja
tonta.
Raquel Fernández
Raquel Fernández
¡Totalmente de acuerdo!
ResponderEliminarTambién se puede ver la tele sin anuncios por internet, y así te ahorras la publi, porque en ese momento se queda en negro, hasta que vuelve la programación :-)
http://www.teledirecto.es
Tomamos nota. Gracias!
ResponderEliminarEstoy muy de acuerdo con todo lo que dices,yo también llevo años viendo las series,peliculas,programas a través de internet,lo único que veo en directo es el fútbol y porque no quiero que me fastidien diciéndome el resultado.
ResponderEliminarAunque en internet también hay anuncios y como bien dices algunos se resisten,por suerte es tan fácil como cerrar ventanita y listo jeje.
Me gusta como escribes,espero seguir leyéndote mas a menudo.